Hace unas semanas atrás, muchos entendidos en Medio Oriente y cultura árabe, daban por descontado que la sociedad tunecina, fuertemente secular, no favorecería a los partidos islamistas que se presentaran a las elecciones esperadas por ellos, por los demás países árabes y por el resto del mundo. Craso error. Los primeros resultados recién informados, dan cuenta de una sorprendente victoria <para muchos> del partido Ennahda, con un 40 al 50 % de las preferencias electorales.
En Túnez se inician las revueltas árabes con la inmolación del joven Mohamed Bouazizi, que en diez meses de agitaciones populares y represiones gubernamentales, incluso una breve guerra civil en Libia, han derrocado a tres dictadores. Estas revueltas se extendieron rápidamente por la mayoría de los países árabes, y pusieron a temblar a los diferentes regímenes autocráticos de la región; produciendo como primer resultado, un rejuego geopolítico regional y mundial. También en Túnez se celebran las primeras elecciones verdaderamente libres y transparentes en países árabes, lo cual atraen el interés de sus vecinos alrededor y de los poderosos países con grandes intereses en la región, así como el interés de corrientes político-filosóficas como la izquierda internacional.
Las urnas han empezado a abrirse y los resultados hablan alto y claro y asombran a muchos. ¿Cómo es posible que una población con un estilo de vida más secular que religioso, haya escogido mayoritariamente a un partido islamista? ¿Se dejaron los tunecinos <más ilustrados y académicamente más avanzados que sus congéneres árabes> seducir por las promesas de moderación de los islamistas del partido Ennahda? ¿Cuál será el sello que le impondrá la fuerte representación islamista a la nueva Constitución Nacional tunecina? ¿Cómo conciliará el nuevo gobierno transitorio los intereses occidentales en el país, el fundamentalismo islámico moderado y las grandes expectativas de la población?
Con una participación de más del 90% de los electores habilitados y unas votaciones ordenadas y en gran medida entusiastas, el rumbo político que le imprima el partido favorecido a sus primeras acciones, será determinante del éxito o fracaso de las revueltas o revoluciones árabes en diferentes países. Al igual que Túnez; Egipto ha escogido el camino de las elecciones libres, participativas e incluyentes para definir su futuro. Es un camino nuevo en la región, que se ha visto envuelta en graves convulsiones sociales, al tratar de librarse de gobiernos déspotas, corruptos e injustos.
Es necesario enfatizar algunas verdades inobjetables que han tomado cuerpo tras los primeros resultados de las elecciones tunecinas. Primera lección aprendida en las elecciones: la población árabe, sin tener una cultura democrática, han dado muestras ejemplares de civismo y participación ciudadana. Algunos podrán argumentar que era un evento democrático sencillo y poco complicado, pero elegir una asamblea constituyente, como en efecto se hizo en la jornada tunecina, es de la mayor importancia para un Estado porque el producto de la Asamblea será una nueva Constitución, que ordenará y definirá el futuro político, social y económico del país.
Segunda lección: un pueblo golpeado, adolorido, temeroso y esperanzado; retorna a la religión en busca de orientación y guía. Los tunecinos son musulmanes, conocen los valores de El Corán y la Sunna, aunque mayoritariamente no las practiquen en sus vidas diarias, están convencidos que del Islam pueden extraer fuerzas para enfrentar un futuro incierto. Por eso avalaron con sus votos las propuestas del partido islamista Ennahda.
Tercera lección: el temor de las poderosas naciones occidentales a las propuestas islamistas; no son los temores de las poblaciones árabes musulmanas. Túnez, nación secular, ha favorecido la propuesta islamista, porque sus expectativas superan el temor a transitar por caminos extremos dentro del Islam político. Es más, me atrevería a afirmar que el extremismo político islámico, como es el caso de las monarquías del Golfo Pérsico, han demostrado a los árabes musulmanes de alrededor, que la calidad de vida de quienes viven bajo la Sharia, es abismalmente superior a las poblaciones que viven o han vivido bajo regímenes laicos o liberales. Pudiera entenderse en un análisis político-social muy superficial, que la Sharia es sinónimo de prosperidad.
Cuarta lección: en el rejuego democrático libre e incluyente, todas las opciones políticas son válidas y es la población quien elige su destino. Pudiéramos afirmar que la población tunecina votó a consciencia, sin mayores distracciones mediáticas, lo cual brinda mayor importancia a los islamistas como los elegidos en el primer amor.
Quinta lección: pareciera que los islamistas “moderados” tienen un fuerte atractivo entre las poblaciones árabes. El hecho de haber sido organizaciones políticas perseguidas por las autoridades desplazadas del poder; les brinda un aurea de oprimidos al igual que a las masas árabes, lo cual permite la identificación con ellos.
Sexta lección: el trabajo arduo, sostenido y perseverante de las organizaciones islamistas, han empezado a dar sus primeros frutos apetecibles. La mayoría de las naciones árabes, fueron establecidas dentro de fronteras bien definidas después de la primera Guerra Mundial, atendiendo los grandes intereses de las poderosas naciones occidentales. Los sistemas de gobierno y los propios gobernantes, fueron diseñados a la medida de éstos; de ahí la tolerancia por Occidente a brutales dictadores y asfixiantes dinastías. Las organizaciones islamistas se fueron conformando como una alternativa a los fallidos experimentos del nacionalismo árabe y del Panarabismo. Ahora cosechan su trabajo.
A mi entender, la fase de moderación presentada por las organizaciones islamistas, responde a una estrategia muy bien elaborada y exitosa, que al cumplir sus objetivos, dará paso a otra fase más radical e imperialista. El resurgimiento islámico no se detiene con los moderados. Son solo una etapa a cumplir dentro del gran objetivo de recuperar la Edad del Irresistible Poder del Islam frente a los enemigos de Alá.
Le corresponde ahora al partido Ennahda en Túnez, neutralizar el temor que provoca en Occidente, el advenimiento de los islamistas al poder político en una región tan sensitiva como lo es el Medio Oriente, para de esta forma abrirle paso a otros partidos islamistas que buscan el poder en los países árabes revueltos. Para ello está obligado a mostrar su mejor cara de tolerancia con otras corrientes de pensamiento dentro de la sociedad tunecina. En esta primera prueba democrática, deberá ceder lo suficiente en el diseño de una Constitución y de un gobierno provisional, que desacelere los latidos de los corazones de las diferentes organizaciones internacionales, que hoy temen la posibilidad del surgimiento de una Carta Magna excluyente de los laicos, liberales, y de los derechos humanos básicos de sociedades democráticas. Los islamistas de Túnez, podrán sacarle el mayor provecho a los temores de Occidente, en beneficio de su causa local y regional. Hasta este momento califican para accesar a grandes sumas de dinero fresco prometido por la Banca Internacional al calor de las revueltas.
Los islamistas “democráticos” <verdadero contrasentido> están en una posición negociadora envidiable con las poderosas naciones no musulmanas. El perenne temor al radicalismo extremista islámico por parte de Occidente, convierte a los “moderados” islamistas en sus aliados irremplazables y deseables en la región. Estos moderados mantendrán siempre sobre las cabezas de los occidentales, la amenaza de inclinarse hacia el radicalismo, para obtener grandes concesiones que fortalecerán su posición y facilitarán su avance hacia el verdadero Islam Político: la Dominación Mundial como en los siglos VII al XIX.
A mi entender, estos primeros avances de los islamistas, son el preámbulo al surgimiento del acariciado Califato, formado por diez naciones árabes como el núcleo de una poderosa alianza entre todos los países musulmanes con sus casi 1,500 millones de seres humanos, que se lanzarán a someter a las naciones no musulmanas al Islam y darle paso al Nuevo Orden Mundial Islámico proclamado por el Profeta Mahoma.
¡Mañana lo Veremos!
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