En los tiempos del rey Josías,
rey de Israel, el sumo sacerdote Hilcías encontró los rollos de la Torá que
habían estado perdido perdidos por muchos años, por lo cual el pueblo desconocía la Palabra
del Altísimo y se había apartado del buen camino. Josías al escuchar las
palabras del Libro rasgó sus vestiduras, lloró ante la presencia de Dios en
clamor y convocó a los líderes religiosos para que consultaran al Señor.
2 Reyes 22:
“A los dieciocho años del
rey Josías, envió el rey a Safán hijo de Azalía, hijo de Mesulam, escriba, a la
casa de Jehová, diciendo:
Ve al sumo sacerdote
Hilcías, y dile que recoja el dinero que han traído a la casa de Jehová, que
han recogido del pueblo los guardianes de la puerta,
y que lo pongan en manos
de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de
Jehová, y que lo entreguen a los que hacen la obra de la casa de Jehová, para reparar
las grietas de la casa; a los carpinteros, maestros y albañiles, para comprar
madera y piedra de cantería para reparar la casa; y que no se les tome cuenta
del dinero cuyo manejo se les confiare, porque ellos proceden con honradez.”
<Notemos que el rey,
tenía interés en lo que se estaba realizando en el Templo: reparaciones. Nunca
pensó que su vida sería transformada como sucedió, pero el relato sí nos da
luces de que este joven rey, en verdad un adolescente, tenía su corazón puesto
en las cosas de Dios, a pesar de que la Casa del Señor estaba llena de
abominaciones y basura, como imágenes de falsos dioses. El culto al Altísimo estaba
contaminado con otras prácticas de idolatría, pero aun así este joven tenía el
corazón inclinado hacia Elohim.
Este rey Josías de 18
años, es un modelo para la juventud de hoy, quien tiene su corazón en asuntos
que no aprovechan en verdad. Para la mayoría de los jóvenes de hoy, las cosas
de Dios son sin sentido y asunto de viejos; no así para Josías, quien con la investidura
y riqueza que poseía, podía darse todos los placeres de la vida; pero su
corazón estaba en la Casa de su Dios, un Dios que apenas conocía porque no
había escuchado de su Palabra, solo de la tradición.>
“Entonces dijo el sumo
sacerdote Hilcías al escriba Safán: He hallado el libro de la ley en la casa de
Jehová. E Hilcías dio el libro a Safán, y lo leyó.
Viniendo luego el escriba
Safán al rey, dio cuenta al rey y dijo: Tus siervos han recogido el dinero que
se halló en el templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra,
que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová.
Asimismo el escriba Safán
declaró al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó
Safán delante del rey.”
<Interesantísimo
señalar aquí la actitud del sumo sacerdote Hilcías: él había encontrado el Libro,
lo leyó, supo que era el libro de la Ley o Torá, pero lo había vuelto a guardar. El no acudió
corriendo ante el rey para darle la buena noticia, tampoco convocó a los
sacerdotes, escribas y levitas para darles la noticia, tampoco pareciera que lo
entendió porque no mostró ninguna señal de arrepentimiento.
El Sumo sacerdote dice “he
hallado el libro de la Ley”, lo cual me hace entender que lo había leído y no hizo
nada al respecto. Pareciera que la contaminación en la casa de Dios era tan
grande, que entre tantas estatuas e imágenes de dioses extraños y las libaciones
que tenían que ofrecérseles, el sumo sacerdote había perdido el rumbo y con su
corazón dividido entre tantos dioses, el espacio para el Dios de Israel se
había vuelto muy pequeño.
Esta situación del Sumo
Sacerdote debe enseñarnos que no es el cargo ni la investidura lo que hacen al hombre
de Dios; es su corazón. Él estaba ocupado en otros asuntos de menor importancia
y no en lo que debía estar: en guiar al pueblo en el conocimiento de su Dios.
Si al rey no se le
hubiese ocurrido enviar al escriba a la Casa del Señor con otro encargo, lo más
seguro es que el Libro hubiera ido a parar al baúl de las cosas muy sagradas y
hubiese recibido trato de reliquia y solo pudieran verlo de lejos algunos
privilegiados.>
“Y cuando el rey hubo oído las palabras del
libro de la ley, rasgó sus vestidos.
Luego el rey dio orden al
sacerdote Hilcías, a Ahicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al escriba
Safán y a Asaías siervo del rey, diciendo:
Id y preguntad a Jehová por mí, y por el
pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha
hallado; porque grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros,
por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer
conforme a todo lo que nos fue escrito.”
<Contrasta la actitud del rey con la de
Hilcías el Sumo Sacerdote. Josías escuchó la Palabra de Dios y su corazón se
conmovió y se humilló ante el Dios de Israel. Cuando una persona que busca
honrar a Dios, aún sin conocerlo, y es expuesto a la Palabra del Altísimo,
ocurre algo maravilloso. Esa persona no volverá a ser la misma de antes. Su
corazón será elevado a las alturas, para concebir grandes cosas que glorifiquen
al Altísimo.
Hasta ese momento, Josías estaba ocupado en
cosas rutinarias: de clavos, piedras, madera, argamasa y cosas como éstas. El
participaba en la reparación de la Casa de JHVH, que si bien tenía importancia;
había algo más importante aún: la Presencia del señor en los asuntos de la
nación.
No es del interés de este artículo, entrar en
la condición espiritual en la que se encontraba el Templo, en el cual pareciera
que no estaba el contentamiento del Dios Eterno, a pesar de que se ofrecían los
sacrificios en su Honor. Los sacerdotes ofrecían los sacrificios y cumplían con
los rituales establecidos, aprendidos de generación en generación; pero éstos
no agradaban al Señor. No entendían que el Señor se complace más en que le
obedezcan a que se le ofrezcan sacrificios con un corazón lejos de El.
Josías sí entendió que la ira justa del Señor
reposaba sobre la nación. Israel había sido llamado a ser el depositario de la
Gloria del Eterno, siempre y cuando se apegaran a Su Palabra, de lo contrario
acarreaban sobre sus cabezas la ira del Señor.
“Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y
Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de
Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en
la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella.
Y ella les dijo: Así ha
dicho Jehová el Dios de Israel: Decid al varón que os envió a mí:
Así dijo Jehová: He aquí
yo traigo sobre este lugar, y sobre los que en él moran, todo el mal de que
habla este libro que ha leído el rey de Judá; por cuanto me dejaron a mí, y
quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira con toda la obra de sus
manos; mi ira se ha encendido contra este lugar, y no se apagará.
Mas al rey de Judá que os
ha enviado para que preguntaseis a Jehová, diréis así: Así ha dicho Jehová el
Dios de Israel: Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se
enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he
pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados
y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te
he oído, dice Jehová.
Por tanto, he aquí yo te recogeré con tus
padres, y serás llevado a tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal
que yo traigo sobre este lugar. Y ellos dieron al rey la respuesta”
<Josías recibió respuesta de Dios a su
clamor: se le reveló, por medio de la profetisa, los planes del Señor para con
él y con la nación. A un corazón humillado ante la Presencia del Altísimo
después de haber escuchado Su Palabra; el Señor le escucha, le da respuesta y
lo capacita para emprender grandes cambios en su área de responsabilidad.
En aquellos tiempos era usual
que vivieran profetas en Israel. Hasta había escuelas de profetas. Siempre
había provisión de Dios para su pueblo de una palabra de guía y dirección. Infelizmente
en los tiempos modernos, no hay profetas en Israel ni lo hubo entre el pueblo
por casi 2000 años. ¿Por qué este silencio del Altísimo?>
En el cap.23:
“Entonces el rey mandó reunir con él a todos
los ancianos de Judá y de Jerusalén.
Y subió el rey a la casa
de Jehová con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de
Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más
chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro
del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová.
Y poniéndose el rey en pie junto a la columna,
hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus
mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda
el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel
libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.”
<El joven rey de Israel toma la feliz iniciativa,
porque en ninguna parte del mensaje que le trajo la profetisa se encuentra
orientación por parte de JHVH, para hacer lo que hizo, hace una gran
convocación y hace leer la Torá completa delante del pueblo, desde el más
pequeño hasta el más grande.
Sin la tecnología moderna, ¿Cómo hizo para que
todos escucharan? No lo sé, pero sí se preocupó de que todos escucharan la
lectura del Libro. ¿Poe qué hoy en día no se lee completa la Torá delante del
pueblo? Josías los obligó a escuchar la Palabra de Dios de la cual se habían
apartado. El quería que todos entendieran que las desgracias que vendrían sobre
el pueblo eran responsabilidad del mismo pueblo porque hicieron pacto con Dios
y se habían olvidado de él. Y esto tendría consecuencias.
Josías había entendido a plenitud lo que
encerraba el mensaje del Libro y estaba convencido de que el resto del pueblo
también entendería. El quiso compartir su hallazgo, seguro de que también
llegaría al corazón del pueblo. Josías podría haber pensado de que de la misma
forma como Dios lo habías escuchado a él y prometido paz y seguridad en todos
los días de su vida; de igual forma si el pueblo escuchaba la Palabra del Dios
Altísimo y se humillare como lo había hecho él, el Señor apartaría de la nación
los juicios que había proferido.
El resto del pasaje no registra que el pueblo,
después de haber escuchado la Palabra de la Ley, se hubiese arrepentido y
humillado delante de su Dios y 50 años aproximadamente después, Judá es
invadida, Jerusalén destruida y el Templo saqueado y destruido.
Josías hace pacto con JHVH y el pueblo también.
Un pacto de obediencia después de haber escuchado la Torá completa. Hago
énfasis en la Torá completa, porque no entiendo el por qué se les da solo
cortísimos extractos de la Ley al pueblo. Desconozco las restricciones de los
líderes religiosos judíos, que han determinado que los sábados solo se lean
brevísimos trozos de la Torá.
¿Bajo qué fundamentos se mantiene al pueblo
judío en un ayuno tan prolongado del pan celestial? ¿Por qué poner en contacto
al pueblo judío con fragmentos de la Palabra de su Dios solo los sábados? ¿Cómo
esperan que el pueblo judío se acerque más a su Dios si no le exponen la
plenitud de la Palabra de Dios? ¿Consideran tan sagrada la Torá que la
mantienen alejada y oculta a los oídos y ojos del común de los del pueblo? ¿Es
la Torá para ser mantenida lejos del alcance del pueblo judío?>
“Entonces mandó el rey al sumo sacerdote
Hilcías, a los sacerdotes de segundo orden, y a los guardianes de la puerta,
que sacasen del templo de Jehová todos los utensilios que habían sido hechos
para Baal, para Asera y para todo el ejército de los cielos; y los quemó fuera
de Jerusalén en el campo del Cedrón, e hizo llevar las cenizas de ellos a
Bet-el.
Y quitó a los sacerdotes
idólatras que habían puesto los reyes de Judá para que quemasen incienso en los
lugares altos en las ciudades de Judá, y en los alrededores de Jerusalén; y
asimismo a los que quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, y a los signos
del zodíaco, y a todo el ejército de los cielos.
Hizo también sacar la
imagen de Asera fuera de la casa de Jehová, fuera de Jerusalén, al valle del
Cedrón, y la quemó en el valle del Cedrón, y la convirtió en polvo, y echó el
polvo sobre los sepulcros de los hijos del pueblo.
Además derribó los lugares de prostitución
idolátrica que estaban en la casa de Jehová, en los cuales tejían las mujeres
tiendas para Asera
Entonces mandó el rey a
todo el pueblo, diciendo: Haced la pascua a Jehová vuestro Dios, conforme a lo
que está escrito en el libro de este pacto.
No había sido hecha tal
pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los
tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá.
A los dieciocho años del rey Josías fue hecha
aquella pascua a Jehová en Jerusalén.
Asimismo barrió Josías a
los encantadores, adivinos y terafines, y todas las abominaciones que se veían
en la tierra de Judá y en Jerusalén, para cumplir las palabras de la ley que
estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilcías había hallado en la casa
de Jehová.
No hubo otro rey antes de él, que se
convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus
fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual.”
<Josías emprendió una gran reforma
religiosa en Israel, que se inició con la exposición de la Palabra de Dios,
primero ante él, después ante todo el pueblo. Esta reforma produjo paz y
seguridad a la nación, por lo menos por 50 años, lo cual debe llamar a la
reflexión: la búsqueda de paz y seguridad hoy, por parte de Israel, en tratados
internacionales; ¿es mejor que buscar la paz y seguridad que les puede ofrecer
el Dios de Israel, si lo buscaren de todo corazón?
¿El Dios de Israel le responderá hoy a su pueblo
si éste se humillare y lo buscare de todo su corazón?
La primera noticia que leí fue la acción del
diputado de Knesset, que rompió un ejemplar del Evangelio, llamándolo
Abominación y digno de la basura de la Historia. La segunda lectura fue el
artículo “la Lectura semanal de la Biblia”, sin autor registrado que salió
hoy en el segmento Mundo Judío.
Ambas lecturas me llevan a
meditar sobre lo que consideramos muy sagrado.
Para los judíos modernos la Torá
es tan sagrada que debe ser manipulada con cuidado y con todo un ceremonial. Solo
porciones pequeñas de su contenido deben ser leídas en las sinagogas y solo en
las sinagogas.
Para los
cristianos, la Biblia es sagrada pero está al alcance de cualquier persona y
puede leerla en cualquier lugar.
Jamás profanaría
la Torá porque la considero la Palabra de Dios; así como tampoco profanaría un
ejemplar del Evangelio por la misma razón.
Pero no
deben ser consideradas tan sagradas que se mantengan lejos de la lectura y
comprensión de aquellos para la cual fue enviada; de lo contrario la gente le
dará la espalda al Dios Altísimo y se apartará de El, trayendo serias consecuencias
sobre sus vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario