En estos días se conmemora en el mundo judío, sea en Israel o en medio de los judíos en la diáspora, la destrucción del I y II Templo de Jerusalén. Hago llegar mis respetos y oraciones por este pueblo, para que obtengan la unidad como pueblo y paz y seguridad como nación.
Leyendo el artículo sobre el tema:¿Será posible, a pesar de todo, pasar del odio al amor? de la Dra. Sara Strassberg-Dayán de Jerusalén, mi corazón se enterneció nuevamente por este gran pueblo. Siento la inclinación de abordar el tema desde el punto de vista de un cristiano evangélico renacido, sin pretender ser dueño de la verdad absoluta, sino como una opinión saturada de una mente renovada por la fe en Jesucristo.
Extraigo del artículo algunas afirmaciones referentes a la reflexión que conlleva la fecha. Es un día de luto, ayuno y reflexión para todos los judíos. Se trae a la memoria los criterios vertidos sobre el tema por los hombres sabios de Israel del pasado y también por los del presente.
Es un tiempo de meditación, buscando comprender el pasado para construir un presente sólido y de proyección inconmovible para el futuro.
La búsqueda de la verdad, sobre la pérdida de la soberanía e independencia judía se enfoca en las condiciones sociales, morales y éticas de la sociedad en los tiempos de la destrucción, buscando entender la causa de la misma, para corregir esos errores o desviaciones en la sociedad actual.
El esfuerzo sería loable y más aún si produce un gran debate nacional, extrayendo del terreno individual la retrospectiva del análisis.
Si bien la Dra. Strassberg-Dayán no lo menciona, no por ello debe ser dejado por fuera de la reflexión, el ingrediente del estado de la relación de la nación con el Dios de Israel. Creo es importante recurrir a los escritos de los profetas, en donde está testimoniado el deterioro de la sociedad judía en los momentos de la destrucción de ambos Templos, pero sin separar lo señalado abiertamente por aquellos siervos de Dios: el pueblo se había apartado de la Palabra de Dios y del mismo Dios y eso se reflejaba en su sociedad y acarrearía lo ocurrido.
Según algunos sabios judíos, la destrucción del II Templo se debió a la división y al odio sin fundamento entre judíos, que existía en la sociedad judía en los años 70 cuando se dio el hecho.
Comparto un pasaje del artículo que señala la necesidad del amor como vehículo para solucionar las enormes diferencias entre Israel y sus vecinos:
“También para el Rabino Fruman como lo vimos antes en el Rabino Kuk- la clave para enfrentar los problemas más graves de la existencia humana es el Amor y el paso desde la situación de odio ciego y fanatismo que lleva a la destrucción de todos a un sentimiento de amor y de solidaridad humana que haga posible la coexistencia pacífica, creando una nueva forma de comunicación espiritual por encima de las barreras materiales y de los lenguajes políticos e ideológicos que separan a los individuos y a los pueblos.”
Apelo a ese sentimiento de amor y solidaridad humana identificados como necesarios para el entendimiento de los pueblos y rechazando el odio ciego y el fanatismo destructor para que examinen mi punto de vista.
La destrucción y desolación del II Templo duró casi 30 veces más que la del I Templo. Este es un elemento que debe ser sumado a la reflexión nacional. ¿Por qué la desolación ha sido abismalmente superior en la II Destrucción? ¿Qué ofensa tan grande cometió el pueblo contra el Dios de Israel para aquellos días, que atrajo la destrucción y desolación?
El Dios de Israel siempre les envió profetas para que le escucharan y apartaren de sí el mal que sus malas acciones acarreaban sobre sí. En el caso del I Templo les envió a Jeremías, quien les profetizó sobre la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo.
En el caso del II Templo, ¿a qué profeta envió para amonestarle y predecir su destrucción? O, ¿En aquella ocasión no envió profeta?
En el primer caso, tenemos los escritos del profeta Jeremías. En el segundo caso ¿a los escritos de qué profeta recurrir?
Hace 2000 años, 40 años de la destrucción del II Templo, Dios levantó, según la promesa que le fue dada a Moisés, al profeta que el pueblo debió escuchar, a Jesús de Nazaret, quien profetizó la destrucción del II Templo.
Quitando el odio que el fanatismo levanta entre los judíos al escuchar el nombre de Jesucristo, léase el libro de Mateo 24:
“Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo
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Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?...
… Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes.
El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa.
Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!
Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.”
Jesús fue el último profeta de Israel. El profeta a quien Dios envió, cumpliendo lo dicho por Moisés:
“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.”
Si en este tiempo de reflexión y atendiendo a la sabiduría de los rabinos Kuk y Fruman, el pueblo no se levanta sobre el odio y rechazo que les provoca el nombre de Jesucristo y revisa su obra y sus palabras; el ejercicio de reflexión retrospectiva estará sesgado. El pueblo judío debe empinarse con nobleza y examinar el mensaje de Jesús contemplado en el Evangelio.
Voy más allá y me atrevo a afirmar, que con el mismo espíritu, deben también examinar el mensaje de Mahoma, quien se dice también es profeta. Pero ¿como podrán entender a sus vecinos si el tener el libro sagrado de sus pueblos en las manos, sienten quemaduras porque los consideran abominables?
Leyendo a Mahoma podrán entender el por qué del odio hacia Israel por parte de los musulmanes. Leyendo a Jesucristo entenderán su pasado, presente y futuro.
Está próximo el tiempo en que se ha de construir en Israel el III Templo, en la búsqueda de la unidad espiritual del pueblo y de identidad como nación escogida por Dios. Pero aún en el tiempo que dure ese templo, poco más de mil años, habrá separación entre lo judío y lo no judío. Todavía no estará perfeccionado aquel amor el cual se quiere alcanzar como la solución a todos los problemas sobre la tierra
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Pero pasados esos mil años, el modelo del Templo que le fue mostrado a Moisés: “Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte.”, descenderá desde los cielos, de la misma mano de Dios.
Pero pasados esos mil años, el modelo del Templo que le fue mostrado a Moisés: “Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte.”, descenderá desde los cielos, de la misma mano de Dios.
Será entonces la culminación de los anhelos de toda persona de buena voluntad, ya sean judíos o no judíos. Entonces seremos Un solo pueblo, una sola humanidad.
Comparto esa profecía que esta en el libro de Apocalipsis:
“Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.
Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.
Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.
No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”
¡Si Dra. Sara Strassberg-Dayán! Es posible pasar del odio al Amor, pero solo con los corazones circuncidados sensibles al Amor de Dios y a su Palabra.
Dios Bendiga a Israel. Dios Bendiga a Jerusalén. shalom
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