El comentario de Marcos, un lector del artículo
anterior Antorchas Humanas en Israel, me motiva a escribir este artículo.
Tiene razón Marcos al afirmar que Jesús
nunca dijo que él era profeta; pero, se equivoca en que el texto citado en el
artículo, que encontramos en la Tora, en el libro de Deuteronomio que sí habla
de Jesús como el profeta. He aquí el texto:
“Profeta de en medio de ti, de tus
hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis; conforme a todo lo
que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No
vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para
que no muera.
Y Jehová me
dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.
Profeta les
levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su
boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Mas a
cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré
cuenta.”
Lo expuesto
por Marcos trae al tapete una discusión que lleva casi 2000 años y aún en
nuestros días, hay millones de millones de personas que en algún momento de su
vida se han hecho este interrogante: ¿Quién fue Jesús? Para muchos judíos de
hoy y de siempre, Jesús fue un falso profeta, para otros sí fue el profeta
anunciado por Moisés o fue un profeta
pero no quien aseveraba ser: Hijo de Dios.
Para desarrollar
el tema, debo citar pasajes del Evangelio, que son los únicos documentos
históricos que hacen mención de las obras y los dichos de Jesús, sin
despojarles de su Autoridad como Sagradas Escrituras, en las cuales baso mi fe
y mis creencias.
Jesús en los tiempos de su profecía, se refirió indirectamente a sí mismo como profeta de Israel, cuando en
la tierra en donde había crecido y era conocido desde su niñez, no pudo
realizar muchos milagros a causa de la incredulidad de sus vecinos, y lanzó una
expresión que con los años se tornó un dicho popular muy conocido.
Podemos leer en el capítulo 13 de Mateo:
“Y venido a
su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se
maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?
¿No es éste
el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo,
José, Simón y Judas?
¿No están todas sus hermanas con
nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
Y se
escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su
propia tierra y en su casa.
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la
incredulidad de ellos.”
Sus vecinos y conocidos se
maravillaban de su sabiduría, pero no podían creerle como enviado de Dios,
porque lo vieron crecer ante sus ojos. Le veían como un vecino común y corriente.
Muchos quisieron hasta matarle por las palabras que decía.
Para ellos él era un judío más de
entre ellos. No lo veían como alguien extraordinario. Su incredulidad se debía
a la familiaridad con la que lo trataban. Caso semejante también ocurría con su
madre y con sus hermanos que llegaron hasta pensar que él estaba mal de la
cabeza al afirmar tantas cosas “pretenciosas” acerca de él.
Pero Jesús afirmó que él no pudo
hacer muchos milagros allí por una razón: un profeta es poco reconocido entre
los que le son cercanos. Indirectamente se estaba refiriendo a sí mismo como
profeta.
En otra ocasión volvió indirectamente
a referirse a sí mismo como tal. En el capítulo 13 del libro de Lucas en el
Evangelio podemos leer:
“Aquel mismo día llegaron unos
fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
Y les dijo:
Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy
y mañana, y al tercer día termino mi obra.
Sin embargo,
es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es
posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a
los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar
a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!"
En este pasaje, Jesús afirma que él
debe morir en Jerusalén, como todo profeta de Israel, reconociéndose a sí mismo
como profeta de Israel. El debería seguir el mismo destino que siguieron sus
antecesores: ser rechazado y muerto a causa de las palabras de Dios de las
cuales eran portadores.
Israel se caracterizaba por darle
muerte a sus profetas, para después reconocer su ministerio muchos años
después, principalmente cuando las palabras de sus profecías eran cumplidas.
En el caso de Jesús, él dio muchas
profecías de fiel cumplimiento como por ejemplo la de la destrucción del Templo
de Salomón que se dio 40 años después de ser crucificado; la de su
resurrección, que se dio 3 días después de su muerte; la del derramamiento del
Espíritu Santo, después de ser elevado a los cielos; la de la persecución a que
serían sometido sus seguidores; el rechazo al cual sería sometido por parte de
los judíos y la aceptación por parte de los gentiles, etc.
Profetizó su Retorno y es lo que
millones de cristianos estamos esperando.
En los días de Jesús y de su
ministerio, los judíos comunes y sencillos lo reconocieron como el profeta de
Dios. Veamos lo que está relatado en el capítulo 21 del libro de Mateo en el
Evangelio:
“Y los discípulos fueron, e hicieron
como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus
mantos; y él se sentó encima.
Y la multitud, que era muy numerosa,
tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las
tendían en el camino.
Y la gente
que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de
David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Cuando entró él en Jerusalén, toda
la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?
Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret
de Galilea.”
Aquí es bueno señalar que el reconocimiento
era como “el profeta” y no como un profeta. Para ellos era claro que este Jesús
que caminaba entre ellos era el profeta anunciado por Moisés, quien había
llegado para traerles las palabras que Dios les había prometido enviarles
adicional a la Ley dada por Moisés.
Ellos estaban convencidos de que
este Jesús era el profeta anunciado por Moisés. Todos eran judíos que conocían
las promesas de Dios y la esperanza de Israel.
Otro pasaje más que encontramos en
el Evangelio, libro de Juan capítulo 6:
“Entonces
Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se
recostaron como en número de cinco mil varones.
Y tomó Jesús
aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y
los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto
querían.
Y cuando se hubieron saciado, dijo a
sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.
Recogieron,
pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada
sobraron a los que habían comido.
Aquellos hombres
entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente
es el profeta que había de venir al mundo.
Pero entendiendo Jesús que iban a venir para
apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.”
Después de realizar el milagro de la
multiplicación de los panes y peces, la gente le reconoce como el profeta
anunciado por Moisés, quien debería venir al mundo. Ellos, quienes fueron
testigos y beneficiarios de las buenas obras que Jesús realizó entre ellos, lo
aceptaron como el profeta prometido y sabían lo que esto implicaba: era también
el Mesías prometido, el Rey de Israel.
Pero Jesús, quien sabía lo que ellos
decían y planeaban, y que ese no era el tiempo para ser proclamado Rey y reinar
sobre Israel y las naciones, se retira al monte.
Otros de entre ese mismo pueblo lo reconocían
como un gran profeta. Se puede leer en el Evangelio en el libro de Lucas
capítulo 7:
“Aconteció después, que él iba a la
ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran
multitud.
Cuando llegó
cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto,
hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la
ciudad.
Y cuando el Señor la vio, se
compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Y
acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo:
Joven, a ti te digo, levántate.
Entonces se
incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
Y todos tuvieron miedo, y
glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros;
y: Dios ha visitado a su pueblo”
Lo cierto es que la figura de Jesús
producía un gran revuelo en Israel en aquellos días y se hablaba de él de todas
formas. No había unanimidad en lo que el pueblo creía. En el libro de Juan,
capítulo 7 se lee:
“En el último y gran día de la
fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba.
El que cree
en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo
del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había
venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Entonces
algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es
el profeta.
Otros
decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el
Cristo?
¿No dice la
Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David,
ha de venir el Cristo?
Hubo entonces disensión entre la
gente a causa de él”
No solo la gente común del pueblo lo
reconocieron como profeta de Israel, también sus discípulos lo consideraban
como tal.
Cuando Jesús es muerto en la cruz,
tres días después, o sea el domingo siguiente de su muerte, dos de sus
discípulos se alejaban de Jerusalén con sus corazones compungidos, triste y
desilusionados porque esperaban que Jesús los liberara del yugo de los romanos
y no había sido así. Jesús resucitado se les aparece y este es el diálogo que establecen y que se encuentra en el Evangelio en el libro
de Lucas 24:
“Sucedió que
mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con
ellos.
Mas los ojos de ellos estaban
velados, para que no le conociesen.
Y les dijo:
¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué
estáis tristes?
Respondiendo
uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en
Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
Entonces él
les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón
profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y
cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a
sentencia de muerte, y le crucificaron.
Pero nosotros esperábamos que él era
el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el
tercer día que esto ha acontecido.”
Estos discípulos que al principio lo
veían como el profeta de Dios del cual habló Moisés, al verlo morir y ser
enterrado como uno más, redujeron sus expectativas y lo consideraban solo como
un profeta más de Israel.
Ellos dan testimonio de que todos en
Jerusalén para aquellos días, fuesen extranjeros o residentes, conocían de los
hechos de Jesús y de su muerte. Era un hecho público y notorio para todos.
Los seguidores de Jesús, en los
primeros días después de su muerte y resurrección, judíos todos y conocedores
de las Escrituras, al recibir el Espíritu de Dios el día de Pentecostés, salen
a predicar el mensaje del Evangelio, reconociendo y dando testimonio de que
este Jesús que fue muerto en la cruz, era aquel profeta prometido por el Dios
de Israel. En el libro de Hechos en el capítulo 3 se lee, cuando Pedro y Juan fuera
del Templo sanan a un paralitico en el Nombre de Jesús y anuncian que Jesús es
aquel profeta del cual habló Moisés.
“Viendo esto Pedro, respondió al
pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué ponéis
los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar
a éste?
El Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su
Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando
éste había resuelto ponerle en libertad.
Más vosotros
negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y
matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo
cual nosotros somos testigos.
Y por la fe
en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre;
y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de
todos vosotros.
Mas ahora,
hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros
gobernantes.
Pero Dios ha
cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que
su Cristo había de padecer.
Así que, arrepentíos
y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue
antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los
tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de
sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Porque
Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre
vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y
toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.
Y todos los profetas desde Samuel en
adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.
Vosotros
sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres,
diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la
tierra.
A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su
Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su
maldad.”
Termino diciendo: el testimonio de
Jesús fue público, delante del pueblo. Su mensaje fue anunciado a todos y a
causa de su mensaje fue condenado y muerto en la cruz. Murió como morían todos
los profetas de Israel a manos del pueblo y de sus líderes.
En aquellos días, los judíos que creyeron
en El, lo reconocieron como el profeta anunciado por Moisés y por ello fueron
perseguidos. Hoy pasa igual, los judíos que reconocen a Jesús como el profeta
que anunció Moisés también son perseguidos.
El mensaje de Jesús es que por la fe
en su nombre todo aquel que cree tiene vida eterna, sea judío o sea gentil. Ese
es el mensaje que el profeta anunciado por Moisés traería a los judíos y al
mundo.
Para
terminar solo resta preguntar: el Evangelio de Jesucristo: ¿Es solo para los
gentiles o también para los judíos?
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