sábado, 3 de noviembre de 2012

SERÉ COMO ARBOL FRONDOSO

Por: Dr. Emmanuel García Moreno


“Seré como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que doy mi fruto en su tiempo, Y mi hoja no cae; Y todo lo que hago, prosperará.”


Sal.1:3 (VPAPF)*




Hoy hemos de compartir este hermoso salmo, el cual el Señor por su Espíritu Santo, me ha hecho comprender un poco más de lo que lo había hecho días atrás.




He aquí el salmo en su totalidad:




1. Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;


Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.


Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.


No así los malos, Que son como el tamo que arrebata el viento.


Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos.


Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá.”




Por ser un salmo pequeño en extensión, aunque no en profundidad, porque hay en él una riqueza inagotable de sabiduría divina, compartiremos el mensaje global que está encerrado en él.




Con la ayuda del Espíritu de Verdad que nos ha sido dado, obtendremos parte de su riqueza.




Si bien el pasaje está centrado en Cristo desde el principio hasta el fin; también se relaciona al varón que está unido a El y los resultados de esta relación. Tiene implicaciones en el pasado, presente y futuro de aquel que cree en la Palabra de Dios, esto es, en Cristo.




En un vistazo rápido al salmo, éste nos habla de un pasado, un presente y un futuro de aquella persona que entra en una relación con la Palabra de Dios; recordando, que debemos entender la Palabra de Dios como el Verbo de Dios.




El salmo es una exposición de los beneficios que recibe una persona, sea hombre o mujer, niño o adulto, cuando establece una relación estrecha con la Palabra de Dios.




Entrar en una relación estrecha o íntima con la Palabra de Dios; es entrar en una relación íntima con Cristo Jesús, quien es el Verbo hecho carne.




En el Evangelio del apóstol Juan, en sus primeras líneas podemos recibir esta verdad:




“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.


Este era en el principio con Dios.


Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.


En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.


La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella…




Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.


En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.


A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.


Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.


Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”




Estamos ante la introducción más hermosa a la cual podemos exponernos: la introducción al conocimiento del Hijo de Dios. Me dan muchas ganas de entrar a explicar este pasaje, pero debo contenerme, porque no es el tema central de la meditación de hoy.


Del pasaje de Juan extraigamos solo algunas verdades generales.
Cristo es Dios. Era en el principio con Dios, o sea, es pre-existente. Es el Verbo de Dios, entendiendo por Verbo, la Palabra en acción, la Acción de Dios.




Todo fue creado por El, en El y para El. Aquí sin lugar a dudas se hace la declaración de la igualdad de Cristo con Dios. El Padre y el Hijo. Esta declaración y esta Verdad son importantísimas porque ellas separan a los que son de Dios de aquellos que no lo son.




Los que son de Dios, creen y aceptan esta revelación, los que no la creen, quedan excluidos de todo lo que Dios ha hecho en Cristo, incluyendo la Nueva Creación.




En Cristo está la Luz de la Vida. Otra Verdad poderosa. Cristo Jesús es Vida; es Luz. Es Luz que produce Vida.




Cristo puede ser rechazado o aceptado. Reconocido o no.




Cuando habla de reconocimiento, habla del misterio de la encarnación: El Creador, tomó un cuerpo de hombre y habitó entre nosotros. Por hacerse hombre, igual a nosotros en todo, confundió a muchos.




No que Cristo sea confusión, sino que dentro de nuestra naturaleza, nos es difícil comprender y aceptar que el Creador de todo lo que existe, se haya humillado a sí mismo, tomado forma de hombre, haya dejado su forma de Dios, dejado su gloria y limitándose a sí mismo, por amor a nosotros, se hizo hombre.




Y si fuera poco el hacerse hombre; se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta morir en la cruz, con una muerte tan degradante, el equivalente a la muerte en una silla eléctrica o en la horca, como cualquier malhechor.




Todo aquel que reconozca a Cristo como Hijo de Dios, crea en El y lo reciba; Dios el Padre le da la potestad de ser hecho hijo de Dios. Esta es otra de las grandes y poderosísimas verdades de esta porción de Juan.




Note que el ser hijos de Dios está condicionado a creer y recibir a Cristo como Hijo de Dios, como Dios. Es un acto de la voluntad, en el ejercicio del libre albedrio.




Enfatizo el hecho de recibir la potestad de ser hechos hijos de Dios, porque es la verdad enlazada con el salmo 1.




Entendiendo que la persona de Jesucristo divide a la humanidad en los que creen y los que no creen. Los que creen en El, entran en una dimensión de hijos de Dios, a partir del momento en que creen y lo reciben.




Los que no creen, permanecen en tinieblas, ya que la luz que alumbra a todos los hombres es Cristo; y si tenemos a Cristo, por haberle recibido, entonces tenemos la Luz en nosotros y no podemos estar en tinieblas.




Teniendo estas verdades en la mente y en el corazón; veamos el salmo en detalle.




El salmo, como les indiqué al principio, abarca el pasado, presente y futuro de aquel que ha creído.




Veamos en detalle el salmo:


“Bienaventurado…




Inicia con una declaración de bienaventuranza.




Lo primero que debemos hacer es tratar de definir y entender el término bienaventurado.




Cualquier definición que Ud tenga es buena. Yo le comparto la que encuentro en el diccionario de la lengua española, sin asegurar que es la mejor o la más apropiada o la más cercana a la que el Espíritu de Dios quiso transmitirnos, pero nos da una idea de lo que le espera a aquel varón que cumple con lo establecido en esta porción.


Una definición apropiada de bienaventurado, es aquella persona que por la gracia de Dios, tiene el privilegio de ver y tener comunión con el Dios Altísimo.




También se puede definir al bienaventurado, como aquella persona que obtiene la plenitud de la dicha o felicidad humana, relacionándose con Dios.




Esta dicha o felicidad humana, es alcanzada por distintos apetencias que operan en el interior del hombre y que solo Dios puede satisfacer; por lo cual, el hombre en búsqueda de esas satisfacciones, las encuentra solo en Dios. Entendiendo que son alcanzables y están a disposición de todo aquel que quiera obtenerlas.




El Señor Jesús, en el Monte de los Olivos, proclamó las bienaventuranzas, como un estado que el hombre puede alcanzar si oye su Voz. Lea Ud Mateo 5,6 y 7 y comprenderá mejor lo que voy a afirmar.




Jesús en el Monte de los Olivos expuso ante la humanidad su doctrina. El hace un contraste entre la vida bajo la Ley y la vida bajo la fe. Lo que El en el Monte proclama, es que su Palabra nos abre la puerta a una vida más amplia , rica, profunda y elevada, que la vida que podamos vivir bajo la Ley.




Lo que el hombre conocía hasta que Cristo viniera al mundo era la Ley dada a Moisés. Esta Ley, era hasta ese momento, la Luz dada a los hombres.




La Ley le fue dada a Moisés por este mismo Cristo, que ahora estaba cercano a su pueblo. El Dios del Sinaí, ahora estaba ahí sentado en el Monte de los Olivos, enseñándole a los que le rodeaban.




En el Sinaí, el Monte temblaba y humeaba por la Presencia gloriosa del Verbo de Dios, que hablaba con Moisés. En los Olivos era la misma Presencia, pero ahora en su ropaje de carne.




En el Monte de los Olivos, el Verbo de Dios, Cristo, el Hijo de Dios, estaba magnificando la Ley.




Pero además de magnificarla; también la estaba haciendo más accesible al hombre. El estaba ahí para acercar el hombre a Dios.




La exposición de sus Palabras, alumbraron a los que estaban con El en el Monte. Reconocieron que El les hablaba con Autoridad.




Cristo les comunicaba a los hombres en ese lugar; que había llegado el momento de alcanzar la bienaventuranza. La bienaventuranza ahora estaba al alcance de todo aquél que quisiera extender su mano y tomarla.




La completa felicidad y dicha del hombre está en la comunión con Dios por medio de su Palabra.




Cristo sabía que en poco tiempo, El daría su vida en la cruz, para abrir el camino al hombre para entrar en comunión con el Padre. El había venido para abrir el Camino que nos conduciría a la Casa del Padre.




Por eso proclamaba las bienaventuranzas. En definitiva: la bienaventuranza está a nuestro alcance por medio de Cristo, por medio del Verbo de Dios; por medio de la Palabra de Dios.




Cuando el Espíritu de Dios inspira al autor del salmo a proclamar “Bienaventurado…” está apuntando a la Encarnación del Verbo de Dios, quien haría, ha hecho y hará posible la entrada a esta felicidad plena.




….Bienaventurado el varón….


Se refiere al hombre o la mujer, aunque no lo exprese pero está implícito.




La mujer está incluida porque del varón fue tomada y el decreto divino sobre ella es que sus deseos estarán sujetos al varón; sea el padre o al marido. Esta promesa se cumplirá en ella viviendo sujeta al varón de su casa.




Le guste o no a la mujer moderna, la plenitud de su bienaventuranza está en su posición de sumisión ante el varón.




Por eso el salmista no discrimina entre el hombre y la mujer. Declara: Bienaventurado el varón, incluyendo a la mujer en su rol delante de Dios.




En la iglesia primitiva se reafirmó el orden de Dios entre el hombre y la mujer: las viudas jóvenes debían casarse, para estar sujetas a sus maridos; pero si eran ancianas o mayores, deberían estar sujetas a los ancianos de la iglesia.




Lo que enseña la Palabra sobre la sujeción de la mujer es válido en nuestros días.




A mis amadas hermanas en Cristo les digo: el Señor las quiere sujetas a la autoridad, para protegerlas del engaño de satán. En el Edén, la que fue engañada por la serpiente fue Eva, no Adán. Lo que nos enseña que la mujer es más débil a las artimañas del diablo.




No existe ser humano más vulnerable a los engaños espirituales que una mujer sin una autoridad masculina sobre su cabeza. Si Ud. es una mujer que vive sola, busque estar bajo autoridad de su padre si está vivo o de los ancianos de la iglesia, pero busque pronto la autoridad idónea sobre Ud. y sujétese a esa autoridad.




En los asuntos de la fe, siempre consulte con esa autoridad y sujétese a ella. Incluso cuando vaya a ayunar, ponga en conocimiento a su autoridad para que ésta extienda una cobertura espiritual sobre su vida.




Esto lo comparto porque en estos tiempos postreros, estará operando el espíritu de error, de engaño y de mentira y Ud. debe estar protegida. El espíritu de rebelión en el cual operan o viven muchos creyentes, le abrirá las puertas de sus vidas al engaño y el error.




Cuando leemos “Bienaventurado el varón…” entendamos lo expuesto anteriormente. La mujer bajo autoridad, recibirá la bienaventuranza.




El varón debe entender que su responsabilidad como cabeza, si es padre de familia, lo lleva a velar por su mujer y por sus hijos. Tiene que darle cuenta a Dios por su casa. Es el responsable primario de hacer que su familia viva en la plenitud a la cual hemos sido llamados en Cristo Jesús.




El hombre, cabeza del hogar es el llamado a entrar a los lugares celestiales y atender las necesidades familiares delante del Trono del Altísimo. Es el sacerdote del hogar. Debe orar por si y por su familia. Debe levantarse como un guerrero espiritual, vestido con toda la Armadura de Dios y someter a los enemigos de Cristo bajo sus pies, por el poder del Espíritu Santo que opera en el.




Debe proveer para su casa primero, de toda la provisión de Dios para los suyos. Poderosas en Dios son las armas del hombre que ocupa su lugar como cabeza.




Esta es una bienaventuranza condicionada. Es una gracia que hay que cultivar; es una provisión de Dios para que nos ocupemos de y en ella y obtener fruto de nuestra dedicación.


…Que no anduvo…ni en consejo ni en camino

Habla del tiempo pasado. Debemos recordar que en Cristo somos nuevas criaturas y las cosas viejas pasaron, en Cristo estamos muertos al pecado, nuestro viejo hombre murió.

Al principio, cuando leía este pasaje, me frustraba porque yo sabía que había andado en consejo de malos y en silla de escarnecedores, hasta que entendí que como nueva creación, he sido hecho nuevo. Ante los ojos de mi Padre soy 0 kilómetros.


La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado y nos libera de la muerte y el pecado. El Señor no se acuerda de nuestros pecados, los echó a lo más profundo del mar, para que no pudiéramos sacarlos ni con el pensamiento.



Lo que el salmista está trasmitiendo es que en Cristo somos nuevas criaturas y ante los ojos del Padre, no existe ningún pasado por el cual avergonzarnos o condenarnos. Es como si nunca hubiésemos pecado. Esto es santificación y justificación por la fe.




Debo aprender a mirar hacia atrás y solo ver la obra de salvación que Cristo ha hecho conmigo. Mi vida pasada solo llega hasta la cruz del calvario. Cuando vine a los pies de Cristo por la fe; mi hombre viejo o mi vida pasada quedó clavada en la cruz juntamente con Cristo.




Ahora soy una nueva criatura en Cristo Jesús. Ahora soy un hijo de Dios. Mi vida empieza a contar desde el momento en que nací para Dios por la fe en su Hijo Jesucristo. Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.




Debo aprender a vivir sin ninguna condenación sobre mí. Soy libre del pecado por la fe en Cristo. Lo que era imposible por la Ley, ahora lo obtengo de gracia por medio de la fe en Cristo.




Dice Romanos 8



“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.



Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.



Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.



Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.



Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.”




Aquí hay sabiduría para quien la quiera recibir.




Todo aquel que quiera vivir sin condenación, sea en esta vida o cuando Cristo venga; debe vivir en el Espíritu.




Por el Espíritu nacemos nuevamente para Dios, por medio de la fe en Cristo. Por el Espíritu, debemos vivir esta nueva vida. Es solamente por el Espíritu de Dios, que estamos capacitados para vivir la vida en Cristo.




Es de esto que trata este salmo. La vida en el Espíritu.




Seguiremos mañana con el tema.

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