jueves, 26 de julio de 2012

EL IV TEMPLO DE JERUSALEN

En estos días se conmemora en el mundo judío, sea en Israel o en medio de los judíos en la diáspora, la destrucción del I y II Templo de Jerusalén. Hago llegar mis respetos y oraciones por este pueblo, para que obtengan la unidad como pueblo y paz y seguridad como nación.

Leyendo el artículo sobre el tema:¿Será posible, a pesar de todo, pasar del odio al amor? de la Dra. Sara Strassberg-Dayán de Jerusalén, mi corazón se enterneció nuevamente por este gran pueblo. Siento la inclinación de abordar el tema desde el punto de vista de un cristiano evangélico renacido, sin pretender ser dueño de la verdad absoluta, sino como una opinión saturada de una mente renovada por la fe en Jesucristo.

Extraigo del artículo algunas afirmaciones referentes a la reflexión que conlleva la fecha. Es un día de luto, ayuno y reflexión para todos los judíos. Se trae a la memoria los criterios vertidos sobre el tema por los hombres sabios de Israel del pasado y también por los del presente.

Es un tiempo de meditación, buscando comprender el pasado para construir un presente sólido y de proyección inconmovible para el futuro.

La búsqueda de la verdad, sobre la pérdida de la soberanía e independencia judía se enfoca en las condiciones sociales, morales y éticas de la sociedad en los tiempos de la destrucción, buscando entender la causa de la misma, para corregir esos errores o desviaciones en la sociedad actual.

El esfuerzo sería loable y más aún si produce un gran debate nacional, extrayendo del terreno individual la retrospectiva del análisis.

Si bien la Dra. Strassberg-Dayán no lo menciona, no por ello debe ser dejado por fuera de la reflexión, el ingrediente del estado de la relación de la nación con el Dios de Israel. Creo es importante recurrir a los escritos de los profetas, en donde está testimoniado el deterioro de la sociedad judía en los momentos de la destrucción de ambos Templos, pero sin separar lo señalado abiertamente por aquellos siervos de Dios: el pueblo se había apartado de la Palabra de Dios y del mismo Dios y eso se reflejaba en su sociedad y acarrearía lo ocurrido.

Según algunos sabios judíos, la destrucción del II Templo se debió a la división y al odio sin fundamento entre judíos, que existía en la sociedad judía en los años 70 cuando se dio el hecho.

Comparto un pasaje del artículo que señala la necesidad del amor como vehículo para solucionar las enormes diferencias entre Israel y sus vecinos:

“También para el Rabino Fruman como lo vimos antes en el Rabino Kuk- la clave para enfrentar los problemas más graves de la existencia humana es el Amor y el paso desde la situación de odio ciego y fanatismo que lleva a la destrucción de todos a un sentimiento de amor y de solidaridad humana que haga posible la coexistencia pacífica, creando una nueva forma de comunicación espiritual por encima de las barreras materiales y de los lenguajes políticos e ideológicos que separan a los individuos y a los pueblos.”

Apelo a ese sentimiento de amor y solidaridad humana identificados como necesarios para el entendimiento de los pueblos y rechazando el odio ciego y el fanatismo destructor para que examinen mi punto de vista.

La destrucción y desolación del II Templo duró casi 30 veces más que la del I Templo. Este es un elemento que debe ser sumado a la reflexión nacional. ¿Por qué la desolación ha sido abismalmente superior en la II Destrucción? ¿Qué ofensa tan grande cometió el pueblo contra el Dios de Israel para aquellos días, que atrajo la destrucción y desolación?

El Dios de Israel siempre les envió profetas para que le escucharan y apartaren de sí el mal que sus malas acciones acarreaban sobre sí. En el caso del I Templo les envió a Jeremías, quien les profetizó sobre la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo.

En el caso del II Templo, ¿a qué profeta envió para amonestarle y predecir su destrucción? O, ¿En aquella ocasión no envió profeta?

En el primer caso, tenemos los escritos del profeta Jeremías. En el segundo caso ¿a los escritos de qué profeta recurrir?

Hace 2000 años, 40 años de la destrucción del II Templo, Dios levantó, según la promesa que le fue dada a Moisés, al profeta que el pueblo debió escuchar, a Jesús de Nazaret, quien profetizó la destrucción del II Templo.

Quitando el odio que el fanatismo levanta entre los judíos al escuchar el nombre de Jesucristo, léase el libro de Mateo 24:

“Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo
. 
Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.

Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?...

… Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes.

El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa.

Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!

Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.”

Jesús fue el último profeta de Israel. El profeta a quien Dios envió, cumpliendo lo dicho por Moisés:

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.

Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.”

Si en este tiempo de reflexión y atendiendo a la sabiduría de los rabinos Kuk y Fruman, el pueblo no se levanta sobre el odio y rechazo que les provoca el nombre de Jesucristo y revisa su obra y sus palabras; el ejercicio de reflexión retrospectiva estará sesgado. El pueblo judío debe empinarse con nobleza y examinar el mensaje de Jesús contemplado en el Evangelio.

Voy más allá y me atrevo a afirmar, que con el mismo espíritu, deben también examinar el mensaje de Mahoma, quien se dice también es profeta. Pero ¿como podrán entender a sus vecinos si el tener el libro sagrado de sus pueblos en las manos, sienten quemaduras porque los consideran abominables?

Leyendo a Mahoma podrán entender el por qué del odio hacia Israel por parte de los musulmanes. Leyendo a Jesucristo entenderán su pasado, presente y futuro.

Está próximo el tiempo en que se ha de construir en Israel el III Templo, en la búsqueda de la unidad espiritual del pueblo y de identidad como nación escogida por Dios. Pero aún en el tiempo que dure ese templo, poco más de mil años, habrá separación entre lo judío y lo no judío. Todavía no estará perfeccionado aquel amor el cual se quiere alcanzar como la solución a todos los problemas sobre la tierra
.
Pero pasados esos mil años, el modelo del Templo que le fue mostrado a Moisés: “Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte.”, descenderá desde los cielos, de la misma mano de Dios.

Será entonces la culminación de los anhelos de toda persona de buena voluntad, ya sean judíos o no judíos. Entonces seremos Un solo pueblo, una sola humanidad.

Comparto esa profecía que esta en el libro de Apocalipsis:

“Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.

Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.

Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.

Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.

El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.

Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.

Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.

Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.

No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”

¡Si Dra. Sara Strassberg-Dayán! Es posible pasar del odio al Amor, pero solo con los corazones circuncidados sensibles al Amor de Dios y a su Palabra.

Dios Bendiga a Israel. Dios Bendiga a Jerusalén. shalom

miércoles, 25 de julio de 2012

CATOLICOS: ¡SALGAN DE BABILONIA LA GRANDE!


Estamos en los tiempos del fin. Las profecías se están cumpliendo unas tras otras antes de la venida gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo. Los dolores de parto del cual habló el Señor se están dando y cada vez son más acelerados.

El avance del islamismo radical es el presagio final. Pronto ellos establecerán el Califato de 10 naciones  árabes profetizado en Daniel y Apocalipsis, y le darán su poder a la bestia o Anticristo.  

También se acerca el tiempo en que el Dios Eterno castigará a la Iglesia Católica Apostólica Romana por haberse prostituido y apartado de la Verdad, llenándose de idolatrías, herejías y blasfemias.

La iglesia católica falseó la verdad de Cristo, por lo cual su Nombre es vituperado en muchos países.

Ya desde los tiempos de los apóstoles, ellos identificaron a la iglesia con su sede en Roma como la iglesia de Babilonia. El apóstol Pedro en su primera carta a los hermanos, identifica a la iglesia de Roma como Babilonia.

Fue inspirado por el Espíritu de Dios que él la denominó así. Como era tiempo de persecución él en esta carta se refiere a la iglesia de Roma como “la iglesia que está en Babilonia”. En la real Babilonia no existían cristianos en aquel tiempo, tampoco San Pedro había visitado esos lugares. El en este pasaje se está refiriendo inequívocamente a la iglesia que está en Roma.

Cito textualmente a 1P.5:13 “La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan.”



El apóstol Juan, cuando recibe la revelación de Apocalipsis, un ángel lo lleva al desierto en el Espíritu y ahí tiene una visión que lo deja asombrado. ¿Por qué la visión le causó asombro?



Solo puede ser porque él reconocía a aquella mujer como la iglesia que estaba en Roma y en lo que se había convertido.



Cito textualmente Ap. 17:1- 7,18 y 18: 1- 10



1. Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;

2. con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.

3. Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.

4. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;

5. y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.

6. Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.

7. Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos….

 18. Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.”

Cap.18:

“1. Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.

2. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible.

3. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites.

4. Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas;

5. porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.

6. Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble.

7. Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto;

8. por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga.

9. Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio,

10. parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!”

En el versículo 4 dice:  “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas;

5. porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.”

Noten amados hermanos católicos que dice “salid de ella, pueblo mío”. Dos cosas a enfatizar:

1-    El Espíritu reconoce que los católicos son pueblo de Dios.

2-    El Espíritu ordena a su pueblo salir de ella .



Aquí hay una seria disyuntiva para los católicos: o permanecen dentro de la iglesia católica y se hacen partícipes de sus males o salen de ella en obediencia a un mandato del Espíritu de Dios.

No habría necesidad por parte del Espíritu de ordenarle al pueblo de Dios que saliera de entre ella sino estuviera dentro. Muchos católicos hoy y siempre desconocen las Escrituras y el Evangelio porque sus líderes los han mantenido en total ceguera espiritual, manteniéndoles en la tradición y  lejos de las Sagradas Escrituras.

Los católicos deben orar ante el Trono de la Gracia y pedir por sus almas, pidiendo orientación y guía. Si no comprenden esta Palabra, no podrán reconocer que de ellos habla el Espíritu

Es mi oración al Dios Altísimo para que les abra el entendimiento y puedan comprender esta Escritura y salir de Babilonia la Grande como la identifica el Espíritu de Dios.

¿FUE JESUS PROFETA?



El  comentario de Marcos, un lector del artículo anterior Antorchas Humanas en Israel, me motiva a escribir este artículo.

 He aquí el comentario: “Jesús, nunca dijo que él era un profeta. La cita del texto no tiene nada que ver con Jesús”.

Tiene razón Marcos al afirmar que Jesús nunca dijo que él era profeta; pero, se equivoca en que el texto citado en el artículo, que encontramos en la Tora, en el libro de Deuteronomio que sí habla de Jesús como el profeta. He aquí el texto:

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis; conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.

 Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.”

  Lo expuesto por Marcos trae al tapete una discusión que lleva casi 2000 años y aún en nuestros días, hay millones de millones de personas que en algún momento de su vida se han hecho este interrogante: ¿Quién fue Jesús? Para muchos judíos de hoy y de siempre, Jesús fue un falso profeta, para otros sí fue el profeta anunciado por Moisés o  fue un profeta pero no quien aseveraba ser: Hijo de Dios.



Para desarrollar el tema, debo citar pasajes del Evangelio, que son los únicos documentos históricos que hacen mención de las obras y los dichos de Jesús, sin despojarles de su Autoridad como Sagradas Escrituras, en las cuales baso mi fe y mis creencias.



Jesús en los tiempos de su profecía, se refirió indirectamente  a sí mismo como profeta de Israel, cuando en la tierra en donde había crecido y era conocido desde su niñez, no pudo realizar muchos milagros a causa de la incredulidad de sus vecinos, y lanzó una expresión que con los años se tornó un dicho popular muy conocido.



Podemos leer en el capítulo 13 de Mateo:

“Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?

¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas?

¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?

Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.

Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.”

Sus vecinos y conocidos se maravillaban de su sabiduría, pero no podían creerle como enviado de Dios, porque lo vieron crecer ante sus ojos. Le veían como un vecino común y corriente. Muchos quisieron hasta matarle por las palabras que decía.

Para ellos él era un judío más de entre ellos. No lo veían como alguien extraordinario. Su incredulidad se debía a la familiaridad con la que lo trataban. Caso semejante también ocurría con su madre y con sus hermanos que llegaron hasta pensar que él estaba mal de la cabeza al afirmar tantas cosas “pretenciosas” acerca de él.

Pero Jesús afirmó que él no pudo hacer muchos milagros allí por una razón: un profeta es poco reconocido entre los que le son cercanos. Indirectamente se estaba refiriendo a sí mismo como profeta.

En otra ocasión volvió indirectamente a referirse a sí mismo como tal. En el capítulo 13 del libro de Lucas en el Evangelio podemos leer:

“Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.

Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.

Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!"

En este pasaje, Jesús afirma que él debe morir en Jerusalén, como todo profeta de Israel, reconociéndose a sí mismo como profeta de Israel. El debería seguir el mismo destino que siguieron sus antecesores: ser rechazado y muerto a causa de las palabras de Dios de las cuales eran portadores.

Israel se caracterizaba por darle muerte a sus profetas, para después reconocer su ministerio muchos años después, principalmente cuando las palabras de sus profecías eran cumplidas.

En el caso de Jesús, él dio muchas profecías de fiel cumplimiento como por ejemplo la de la destrucción del Templo de Salomón que se dio 40 años después de ser crucificado; la de su resurrección, que se dio 3 días después de su muerte; la del derramamiento del Espíritu Santo, después de ser elevado a los cielos; la de la persecución a que serían sometido sus seguidores; el rechazo al cual sería sometido por parte de los judíos y la aceptación por parte de los gentiles, etc.

Profetizó su Retorno y es lo que millones de cristianos estamos esperando.

En los días de Jesús y de su ministerio, los judíos comunes y sencillos lo reconocieron como el profeta de Dios. Veamos lo que está relatado en el capítulo 21 del libro de Mateo en el Evangelio:

“Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.

Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.

Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?

Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.”

Aquí es bueno señalar que el reconocimiento era como “el profeta” y no como un profeta. Para ellos era claro que este Jesús que caminaba entre ellos era el profeta anunciado por Moisés, quien había llegado para traerles las palabras que Dios les había prometido enviarles adicional a la Ley dada por Moisés.

Ellos estaban convencidos de que este Jesús era el profeta anunciado por Moisés. Todos eran judíos que conocían las promesas de Dios y la esperanza de Israel.

Otro pasaje más que encontramos en el Evangelio, libro de Juan capítulo 6:

 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.

Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.

Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.

Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.

Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.

Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.”

Después de realizar el milagro de la multiplicación de los panes y peces, la gente le reconoce como el profeta anunciado por Moisés, quien debería venir al mundo. Ellos, quienes fueron testigos y beneficiarios de las buenas obras que Jesús realizó entre ellos, lo aceptaron como el profeta prometido y sabían lo que esto implicaba: era también el Mesías prometido, el Rey de Israel.

Pero Jesús, quien sabía lo que ellos decían y planeaban, y que ese no era el tiempo para ser proclamado Rey y reinar sobre Israel y las naciones, se retira al monte.

 Otros de entre ese mismo pueblo lo reconocían como un gran profeta. Se puede leer en el Evangelio en el libro de Lucas capítulo 7:

“Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.

Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.

Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.

Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.

Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo”

Lo cierto es que la figura de Jesús producía un gran revuelo en Israel en aquellos días y se hablaba de él de todas formas. No había unanimidad en lo que el pueblo creía. En el libro de Juan, capítulo 7 se lee:

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta.

Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?

¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?

Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él”



No solo la gente común del pueblo lo reconocieron como profeta de Israel, también sus discípulos lo consideraban como tal.

Cuando Jesús es muerto en la cruz, tres días después, o sea el domingo siguiente de su muerte, dos de sus discípulos se alejaban de Jerusalén con sus corazones compungidos, triste y desilusionados porque esperaban que Jesús los liberara del yugo de los romanos y no había sido así. Jesús resucitado se les aparece  y este es el diálogo que establecen  y que se encuentra en el Evangelio en el libro de Lucas 24:

“Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.

Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.

Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?

Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?

Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.

Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.”

Estos discípulos que al principio lo veían como el profeta de Dios del cual habló Moisés, al verlo morir y ser enterrado como uno más, redujeron sus expectativas y lo consideraban solo como un profeta más de Israel.

Ellos dan testimonio de que todos en Jerusalén para aquellos días, fuesen extranjeros o residentes, conocían de los hechos de Jesús y de su muerte. Era un hecho público y notorio para todos.

Los seguidores de Jesús, en los primeros días después de su muerte y resurrección, judíos todos y conocedores de las Escrituras, al recibir el Espíritu de Dios el día de Pentecostés, salen a predicar el mensaje del Evangelio, reconociendo y dando testimonio de que este Jesús que fue muerto en la cruz, era aquel profeta prometido por el Dios de Israel. En el libro de Hechos en el capítulo 3 se lee, cuando Pedro y Juan fuera del Templo sanan a un paralitico en el Nombre de Jesús y anuncian que Jesús es aquel profeta del cual  habló Moisés.

“Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?

El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.

Más vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.

Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.

Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.

Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.

Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.

Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.

Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días.

Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.

A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.”

Termino diciendo: el testimonio de Jesús fue público, delante del pueblo. Su mensaje fue anunciado a todos y a causa de su mensaje fue condenado y muerto en la cruz. Murió como morían todos los profetas de Israel a manos del pueblo y de sus líderes.

En aquellos días, los judíos que creyeron en El, lo reconocieron como el profeta anunciado por Moisés y por ello fueron perseguidos. Hoy pasa igual, los judíos que reconocen a Jesús como el profeta que anunció Moisés también son perseguidos.

El mensaje de Jesús es que por la fe en su nombre todo aquel que cree tiene vida eterna, sea judío o sea gentil. Ese es el mensaje que el profeta anunciado por Moisés traería a los judíos y al mundo.

 Para terminar solo resta preguntar: el Evangelio de Jesucristo: ¿Es solo para los gentiles o también para los judíos?

lunes, 23 de julio de 2012

ANTORCHAS HUMANAS EN ISRAEL


Las noticias de judíos inmolándose con fuego en Israel  es algo de gran impacto en mi interior. La última noticia recibida es de ayer, otro ciudadano israelí de 60 años trató de quemarse a lo bonzo, pero gracias a la oportuna intervención de la policía, se frustró su intento. Con este son cinco los casos que se han registrado, unos con “éxito”, otros neutralizados.

Se afirma que decenas de personas han llamado desesperadas a las líneas de auxilio de diferentes servicios sociales, amenazando con seguir el mismo camino de desesperación. Todo parece indicar que el desajuste económico que atraviesa la nación, está produciendo desesperación en algunos nacionales.

Pero esta situación pone en el tapete del mundo judío un interrogante que hay que analizar forzosamente: ¿Cómo es posible que el pueblo depositario de la mayor fuente de fortaleza espiritual, emocional y mental se esté desmoronando? Porque la fortaleza de un pueblo depende de la fortaleza del segmento más débil de su sociedad.

Hay una declaración poderosa de parte del profeta Habacuc, que encontré en el libro de los profetas, que me ayudó en mis días económicos más oscuros. Esa promesa no me fue dada a mí sino al pueblo judío; pero me apropié de ella como una porción que podría alcanzar a aquellos que ponen su confianza en el Dios de Israel.

He aquí esa porción:

Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados
no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;

Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.

Jehová el Señor es mi fortaleza,

El cual hace mis pies como de ciervas,

Y en mis alturas me hace andar.”



El profeta Habacuc no solo hablaba de sí mismo, proclamando su confianza en su Dios. El Espíritu de Dios pone estas palabras en la boca de su ungido, su pueblo Israel, para cuando esté en medio de la angustia como nación.



Es una declaración de plena y total confianza en el Dios de Israel.

Cuando una nación pueda decir: ¡Jehová es mi fortaleza! No hay crisis económica que la hará tambalear, porque podrán faltar los suministros más esenciales para la vida, pero les queda el mayor recurso al que puede aspirar un ser humano o una nación: El Dios Todopoderoso.



En este pasaje tan hermoso, puedo entender que cuando haya escases en la alacena; mi relación con El Dios Todopoderoso será suficiente para elevarme espiritual y psíquicamente sobre estas necesidades, y conoceré a mi Dios en una nueva dimensión.



Me elevará a las alturas espirituales de su morada en los cielos y nada me faltará, porque estoy en una relación cercana con Aquel que hizo descender maná del cielo por cuarenta años en el desierto para que su pueblo no padeciese de hambre; y aún hizo que las codornices llovieran sobre el campamento de Israel, cuando se hastiaron del maná.



El ha hecho mis pies como cierva y me hace andar en mis alturas; las alturas de la fe, y allá en las alturas de su morada tendré comunión con el Creador. Podré reconocerlo como el Dios de mi Salvación y por ello mi alma y mi corazón rebosarán de gozo y alegría.



Es como un contrasentido. ¿Cómo he de alegrarme y gozarme en medio de una crisis económica que me está arrastrando al despeñadero?  Solo lo puedo entender porque mi mirada no estará puesta en las circunstancias que me rodean y pueden llenarme de aflicción. Mantendré mi mirada en el Dios que me ha creado para su alabanza y para su gloria, porque de El vendrá mi socorro.

De Israel, solo he recibido grandes beneficios y por ello mi mayor anhelo es que esta nación reciba todo el bien  que Dios le ha prometido. Al enterarme de lo que está sucediendo en Israel, de estas muertes e intentos de suicidios atroces, mi corazón se compungió porque esto es señal de que algo no está bien en Israel.

Este pueblo fue llamado por el Dios Altísimo a ser luz para las naciones, pero lo que ahora muestra no es sino sombras de angustia y tribulación en su sociedad.

Esa promesa de Habacuc es para los judíos y deben buscar como individuos y como nación la posición que  su Dios les ha reservado como Su pueblo, porque El no los desampara y tendrá cuidado de ellos el día que lo buscaren de todo su corazón, humillándose ante El.

Muchos judíos han perdido el rumbo. Han perdido la fe en su Dios. Es más no son pocos los que abrigan enojo e incredulidad en “un Dios que los ha abandonado a través de la Historia y ha permitido persecuciones y el Holocausto”. Estos se han olvidado que los que le dieron la espalda a Dios fue el pueblo, porque si no hubiese sido así, no se hubiera cumplido la Palabra de Dios dada al pueblo en la Tora, libro de Levítico:

“Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para que no fueseis sus siervos, y rompí las coyundas de vuestro yugo, y os he hecho andar con el rostro erguido.


Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto, yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán.”

Pero así como el Eterno, Elohim los disciplinaría, también les dio promesa de que seguro Le encontrarían en el clamor y la oración humilde, de arrepentimiento y conversión de los malos caminos en los que hubiesen andado.

Cuando el Rey Salomón hubo acabado la edificación del Templo, está registrado en el II libro de Crónicas cap. 7:  

“Y apareció Jehová a Salomón de noche, y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio.



Si yo cerrare los cielos, para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo;  Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”



Soy un convencido que Israel está llamado por Dios para grandes cosas. El no ha terminado aún con este pueblo y nada Lo detendrá para que cumpla todo lo que ha dispuesto para Israel. Es solo cuestión de que el pueblo de los pasos correctos en la dirección correcta: hacia su Dios.

Pero debe dar esos pasos en la forma en que el Altísimo lo ha establecido: con humillación, oración, búsqueda de Su rostro, convirtiéndose de sus malos caminos.  

 Hace 37 años recibí del pueblo judío el mayor bien que hombre alguno pueda recibir en esta vida: la vida eterna.

Hace casi 2000 años un judío llamado Jesús y oriundo de Nazareth, fue crucificado. A mi entender, éste no fue cualquier judío; era el profeta que fue anunciado por Moisés a su pueblo, cuando Dios por su intermedio le prometió que levantaría a un profeta semejante a él, a quien el pueblo debería obedecer:

Está escrito en la Tora

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis; conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.

Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.”

¿Qué necesidad había de que Dios enviase a otro profeta diferente de Moisés y que trajera palabras de Dios en su boca? Y, ¿Por qué el pueblo de Israel debería obedecerle al igual que hizo con el mensaje de Moisés? Si por boca de Moisés, Dios trajo la Ley ¿Qué mensaje diferente traería este otro profeta que el Señor enviaría y que debería ser escuchado y obedecido?

Este profeta Jesús fue rechazado por el pueblo judío a quien fue enviado primeramente. Su mensaje fue considerado abominación por los dirigentes judíos de su época y hasta el día de hoy ocurre lo mismo.

Pero su mensaje ha sido atendido y creído por millones de millones de no judíos, que como yo, hemos entrado en las promesas a Israel, confiados que en su momento, todo Israel también atenderá a su mensaje.

Gracias Israel porque fuiste separado por Dios para traernos vida. Es mi oración que el Rostro del Altísimo resplandezca sobre ti y reconozcas al Dios de tu Salvación.