martes, 16 de octubre de 2012

HAY RIQUEZAS QUE EMPOBRECEN; Y, POBREZA QUE ENRIQUECE

¡SEÁMOS RICOS RIQUÍSIMOS!

 

Por: Dr. Emmanuel García Moreno

 

 “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”

                                                                                                           Fil.4:19

 

Hoy hablaremos de las riquezas.

En el mundo existen personas con grandes riquezas materiales; pero muy pobres emocional, familiar, amical o espiritualmente.

 

Existen personas con cuentas bancarias enormes, abultadas, desbordantes; con sus necesidades materiales aparentemente resueltas. Se miran a sí mismos y se dicen: “repósate alma mía, porque de nada tienes necesidad. Y no saben que son unos pobres, desventurados que hoy mismo le pedirán cuentas de su alma.

 

También existen personas, incluidos los que aman a Dios y están siendo enseñados y preparados para la Venida de Jesucristo, que añoran, desean y buscan las riquezas de este mundo, con el propósito de satisfacer todas sus necesidades materiales y abundar en riquezas materiales para dar testimonio de fe y apoyar la obra del Señor.

 

Sobre este tema podemos aprender el enfoque sabio y prudente bajo la óptica de Jesús, para que estemos firmes en el Señor entre las riquezas que tengamos, deseemos tener o que buscamos.

 

Tal vez haya una persona multimillonaria que esté leyendo estas palabras, llena de riquezas que ha acumulado en este mundo con el esfuerzo de toda su vida, y hoy tendido en una cama de enfermo, o ante el tránsito inevitable de su vida hacia la eternidad, porque sus días se han agotado; esté pensando ahora:
 
¿Me servirá de algo mi riquez ante el Juez de toda la tierra, ante quien he de comparecer en breve?

 

“Soy rico. He acumulado toda esta riqueza y ahora que estoy a punto de partir, pienso ¿Y para qué he acumulado tanto? Sé que no me acompañarán a donde voy. ¿Qué hago con ellas?”

Una persona así, que  sabe y entiende que todo el bienestar que alcanzó con sus pertenencias materiales no le alcanza para tener paz en su corazón, cuando se enfrente al momento de la verdad; necesita ser enseñado con la Palabra de Vida, para que no entre al mundo espiritual, empobrecido y miserable.

 

Todos tenemos que comparecer ante el Trono de Dios a darle cuenta de nuestras vidas. No se escapa nadie. Tanto el rico como el pobre, antes de partir de este mundo, entendemos que compareceremos ante la Majestad en las Alturas.

 

Es posible que durante nuestra existencia, no hayamos pensado en el momento en que tendremos que partir de esta vida, y, comparecer ante el Juez de todos. Porque cuando estamos llenos de fuerzas y juventud, no nos detenemos a pensar en esa realidad. Muchos decidimos dejar esos momentos para más adelante porque ahora no es la hora de pensar en cosas “tristes”. Nadie nos garantiza que podamos llegar al final tan planificados.

 

Pareciera que para la mayoría de los hombres existe el pensamiento, y, manera de vivir, como si tuviésemos la vida asegurada hasta vivirla gasta los 100 años y apagarnos de vejez, como una velita que está llegando a su final, titubea un poco y se apaga lentamente con suaves vaivenes de la brisa que le acaricia.

 

La realidad es que todos nosotros, en algún momento de nuestro peregrinar en esta mundo; sea temprano, a mitad de camino o al final, dejaremos esta vida para iniciar la otra existencia, la duradera, la final, la inagotable.

 

Cristo Jesús, quien nos da Palabras de vida, quien vino a este mundo a traernos el conocimiento de Dios como Padre nuestro y quien tiene cuidado de nosotros, tomó tiempo para enseñarnos sobre este tema o asunto.

 

Él lo consideró importante, y aun lo considera.

 

El Señor nos enseña que las riquezas son importantes; pero, no debemos dejar que ellas nos atraigan de tal manera, que el apego a ellas, nos sea de tropiezo para el Reino de Dios.

 

Cristo nos dice que nuestra alma debe estar libre de ataduras terrenales, que le impidan entrar y participar de la gloria que Dios Padre nos tiene reservada para nosotros, cuando Cristo Regrese y sea coronado Rey de toda la  tierra y se de inicio a la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, cuando se haya cumplido lo que el Padre Eterno determinó para la Nueva Creación en Cristo.

 

Y el Retorno de Cristo, está a las puertas. Cuánto más debemos vigilar nuestras almas; en qué nos ocupamos hoy.

 

Las riquezas de este mundo pueden convertirse en un verdadero problema para aquellos que las posean o para los que quisieran tenerlas.

 

En el Evangelio de Lucas encontramos una enseñanza poderosa de Cristo sobre este tema.

 

“Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia;…

 

<es un llamado de atención a sus seguidores; a quienes quieren ser enseñados por El y, poner por obra su Palabra. La riqueza material viene acompañada de la Avaricia, que es un flagelo de las almas.

 

La expresión “mirad” me habla de una ordenanza preventiva. Es como decir “Tengan cuidado” “Estén Alertas” “cuidado y son Sorprendidos” “No se descuiden en esto” Es un llamado de atención para vigilar este mal insidioso que se nos puede colar disfrazado de buenas intenciones>

 

La Avaricia es un pecado terrible; produce hambre de tener cosas materiales; hambre de acumular dinero a cualquier costo, hambre insaciable de satisfacer nuestro ego.

 

La Avaricia nos deja sin amigos ni familiares que nos aprecien. Los pocos que están a nuestro alrededor se han acercado buscando saciar ellos sus propios apetitos. El avaro es el más solitario de los hombres. Se queda solo con su riqueza acumulada durante toda su vida.

 

El avaro tiene como dios el dinero y su vientre. Entendiendo por vientre todo apetito terrenal, carnal que lo somete. Vive esclavo de sus apetitos.

 

El avaro no da nada de sí; solo espera recibir. Y si algo da; lo da con la intención de recibir algo a cambio. El avaro cuando da; espera obtener beneficios propios.

 

Hay una línea muy tenue en esta transacción entre lo que se enseña en el Reino de Dios acerca de dar y recibir y el dar de la avaricia.

 

La Avaricia da para recibir bienes materiales que satisfagan los apetitos terrenales; en el Reino se da sin esperar nada a cambio y si al Señor le place darnos medida apretada de vuelta; la usaremos para la extensión de su Reino, no para complacernos a nosotros mismos.

 

Tengamos cuidado porque la Avaricia viene disfrazada de buenas intenciones. Por ejemplo: anhelas tener un vehículo. No tienes suficiente dinero para costearte uno que te gusta. Vives pensando en ello y como obtenerlo. Alguien aparece vendiendo un boleto de $40 de una gran rifa en beneficio de una institución que atiende a los necesitados del país.

 

Para ti $40 es mucho dinero. Decides comprar el boleto porque te ganarás el carro como el soñado: un BMW último modelo con todas las extras. No piensas en tomar esos $40 y donarlo directo a la institución, porque eres avaro, no sabes dar a los demás.

 

Pero la rifa te da la excusa que necesitas para obtener algo de gran valor a cambio de una bicoca. Te dices a ti mismo: “complácete alma mía, porque eres generoso; estás apoyando una buena causa”

“….porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee…”

 

<Aquí es tajante el Señor al declarar que las riquezas dan un engañoso sentimiento de vida. Muchos hombres pueden llenarse del pensamiento: “Tengo plata; tengo vida”

 

Sale una propaganda en la televisión de un joven bajo el sol vacacional, rodeado de comodidades, pertenencias, lujos, abundancia de todo, buena compañía femenina, recostado en una hamaca y exclamando satisfecho, con una copa de licor en su mano: “esto sí que es vida”

 

Jesús nos dice: La abundancia de bienes no es la verdadera vida. Hay algo más. La tenencia y posesión de riquezas no te hacen vivir.

 

Jesús decía esto porque Él sabía que la verdadera Vida del hombre se encuentra en El, en Conocerle y conocer al Padre. Él dijo de si mismo:

 

El hombre puede tener riquezas materiales; pero, si no tiene a Cristo, no tiene nada. Es pobre y desventurado. Y lo contrario también es cierto. Una persona pobre, si tiene a Cristo, tiene la Vida, tiene el Reino de Dios, es heredero de Dios y coheredero con Cristo. Es verdaderamente rico, porque ha atesorado bienes en el Reino de los Cielos a dónde el ladrón no entra ni la polilla.


Cristo nos enseñó sobre el valor que debe tener para nosotros el Reino de los Cielos.
"También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró"

 

A sus seguidores, Jesús nos enseña:

 

Cuidado con desear y buscar las riquezas de este mundo, ellas pueden desviar tu alma del verdadero premio en Cristo.

 

Cristo no nos enseñó a buscar las riquezas de este mundo; sino las riquezas del Reino de los cielos, en donde está El.

 

Ocupemos nuestras vidas en buscar esos tesoros del conocimiento de Dios Padre y de Cristo. Con ese conocimiento, nuestras vidas terrenales se van llenando de gloria celestial y vamos acumulando peso de gloria, según la voluntad de Dios.

 

Hagamos tesoros en los cielos, tesoros en el Reino de los Cielos. Busquemos entender como vamos llenando nuestra cuenta celestial que Cristo nos abrió en su Reino, para de esta manera ser hallados ricos en el Reino y no pobres.

 

En el Reino de los Cielos hay galardones y premios que Dios nos tiene reservados. Nuestra gloria eterna será de acuerdo a lo que hayamos acumulado con los tesoros celestiales. Habrá unos potentados en el Reino y otros salvos como por el fuego, sin mayores posesiones espirituales, pero salvos al fin.

 
Dios Padre no solo quiere que seamos salvos; sino, que atesoremos en los Cielos. Que seamos ricos para con Cristo.

 

Si hemos de acumular riquezas; acumulémosla en los cielos.

 

En cuanto estemos en esta tierra, “busquemos el Reino de Dios y su Justicia y todas las demás cosas nos serán añadidas”

 

Si hemos de recibir riquezas de las manos de Dios; no las busquemos. El mismo nos las dará como una ñapa, una añadidura. Que  nuestras oraciones, acciones, participaciones en la iglesia no sean buscando recibir de Dios riquezas a cambio de ellas.

 

Dios no nos mandó a ir tras las riquezas; nos ordenó ir tras su Reino y su Justicia. No erremos el camino.

 

Él le pedirá cuentas a aquellos que hacen errar a sus ovejas, enseñando un Evangelio diferente, el evangelio de las riquezas de este mundo, al que nos ha sido dado desde el principio.

 

Al que ha acumulado riquezas toda su vida y al final del camino se encuentra vacío y pobre; a este le digo:

 

Cree en Cristo como el Hijo de Dios; acéptalo en tu corazón como tu Señor y Salvador y serás salvo.

 

Tal vez te encuentres que las fuerzas vitales te abandonan y no tienes tiempo ya de hacer buenas obras; Dios te da la oportunidad de tomar esas riquezas que no te acompañarán; suplir a tus herederos una porción para que puedan avanzar en sus vidas sin estrecheces materiales. El resto, dáselos a los pobres y atesorarás en los cielos.

 

Rompe con la avaricia que te aprisionó junto a las riquezas y dar a los pobres. Sepas que cuando le damos a los pobres de este mundo; a Dios le damos.

 

Creo que en situaciones como las del millonario de esta historia; Dios le extiende un poco más de vida si decide dar sus riquezas a los pobres; para que se goce estando aun en esta vida cuando atesora en los cielos.

 

¡Sea vida en Nombre de Jesús  sobre aquél que atendiendo la Voz de Dios, decide dar sus riquezas a los pobres y atesorar para los cielos!

 

Habrá gente muy rica que lea estas líneas y se preocupe de tener que dar todo lo que posee a los pobres. A estos les digo: Preocúpate primero de venir a Cristo, entregarte a El con todo lo que tienes, haciéndole Señor de tu vida y de tus bienes. Él te guiará a hacer con lo que le pertenece, lo que es mejor. Tendrás las riquezas que ya tienes y adicional a ello tendrás a Cristo, la mayor de las riquezas, que hacen palidecer las que ahora tienes.

 

Y al que no tiene riquezas, que apenas tiene para el día a día o tiene pero no mucho; a estos les digo: “

 

 “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”

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