domingo, 21 de octubre de 2012

SEAMOS REYES Y SACERDOTES DE DIOS


CON LA FUERZA DE DIOS VENCEREMOS

 

Por: Dr. Emmanuel García Moreno

 

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.”

 

 Estoy convencido que nuestro Dios y Salvador está interesado en que entendamos y comprendamos los momentos que nos ha tocado vivir como pueblo suyo; y, quiere que estemos preparados en El.

 

El tiempo de su Regreso se ha acercado, y es necesario que su iglesia sea revestida del poder de su fuerza y fortalecida en El.

 

En esta exhortación, se nos indica la necesidad de buscar fortaleza espiritual en 2 fuentes a nuestro alcance, una fuente es Cristo y la otra es la del Espíritu.

 

Alguno podrá pensar: ¿Y la fuente del Padre?

 

Debemos entender que nosotros tenemos comunión con el Padre, acceso a El y aceptación delante de El, a través de Cristo, su Hijo.

 

Cristo Jesús, es el intermediario entre el Padre y nosotros. Nosotros no podemos recibir nada de parte de Dios, sino es por medio de Jesucristo. Él es nuestro Sumo Sacerdote.

 

Este Sumo Sacerdote entró de una sola vez al Santuario, al lugar Santísimo, con su propia sangre derramada hasta la muerte, siendo el sacrificio más perfecto y completo que el que presentaba el Sumo Sacerdote del Templo en Jerusalén, quien debía entrar al lugar Santísimo una vez al año, después de ofrecer sacrificio primero por él, a causa de sus pecados; y, después por el pueblo, para buscar delante de Dios la Remisión de los pecados durante todo un año; pero que al siguiente año tenía que volver a realizar los mismos sacrificios una y otra vez, porque estos no eran perfectos.

 Cristo, el Hijo de Dios, con su muerte, no solo nos redimió para nuestro Dios y Padre, sino que nos hizo una nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que por el poder del Espíritu Santo, entremos juntamente con El en el Santuario Celestial, no hecho de manos de hombre, no de la carne sino del espíritu, y ahí ofrecer sacrificios espirituales a nuestro Dios, como reyes y sacerdotes.

Nuestro culto racional es ofrecer sacrificios vivos, santos y sin mancha delante de la Majestad en las Alturas. Por eso debemos presentarnos cada día, nosotros mismos, como sacrificios vivos a Dios.

 

Nosotros somos ahora los sacrificios vivos aceptables a Dios.

 

Entendamos esto, porque aquí hay sabiduría.

 

Cristo es el Cordero que fue inmolado. Es el Cordero Aceptable a Dios Padre, porque es sin mancha ni pecado. Con su sacrificio El quitó el pecado que nos impedía acercarnos a Dios en su Santuario y tener comunión con El.

 

Dios no habita en Santuario hecho por los hombres. El único lugar sobre la tierra en la que habitó y manifestaba su Presencia, era en Jerusalén, la ciudad de Dios, en el Templo de Salomón. La nación de Israel, tuvo el privilegio de ser escogida por Dios, para ser la que construyera en la tierra, un Santuario imperfecto, en el cual el Dios Todopoderoso se manifestase a favor de los hombres.

 

Pero a Moisés se le advirtió que construyera según el Modelo Celestial que se le mostró en el Monte Sinaí. El Santuario de Dios en la tierra, el Tabernáculo de reunión, hecho de madera, pieles, cortinas de lino, oro y plata, era solo un pálido reflejo del verdadero Santuario Eterno.

 

Venido Cristo, aquel Templo hermoso, junto con su Santuario, fue destruido.

 

¿Por qué?

 

Esto es lo que los judíos no han entendido aún. El Santuario Terrenal ya no es necesario, porque estando ya Cristo, ahora ellos y nosotros los no judíos, tenemos acceso al Verdadero Santuario Celestial, en el cual mora Dios. Este acceso lo tenemos por el sacrificio de Cristo y por el poder del Espíritu Santo, quien nos introduce en los lugares celestiales, en donde está Cristo nuestra Cabeza.

 

El Plan de Dios era que por medio de los judíos, viniese la Salvación y la creación de un Nuevo Hombre, hecho a la imagen de Cristo el Hijo de Dios.

 

Esta nueva creación, será en todo semejante a Cristo, quien es la Cabeza y nosotros el Cuerpo. La Cabeza ahora está en los cielos, y, el Cuerpo, está en la tierra; unidos por el Espíritu Santo que nos hace Uno con Cristo y Uno entre nosotros.

 

Como nueva creación, somos  “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”

 

Ahora somos pueblo de Dios, cuando antes no lo éramos. Antes andábamos en delitos y pecados, ajenos a la ciudadanía de Dios; pero venido Cristo, derrumbó la pared que nos separaba, y nos hizo conciudadanos de los santificados por su sangre <porque su sangre nos santifica para Dios>, nos dio la dignidad de hijos de Dios, y para esto, ¿Quién es suficiente?

 

Esta dignidad es tan inmensa, que por nosotros mismos no podemos vivirla; por ello necesitamos de la fortaleza de Cristo y la de su Espíritu. Porque Cristo nos ha acercado al Dios Vivo, al Terrible en Loores, al Magnífico en Santidad, al Hacedor de Maravillas, al Único y Sabio Dios.

 

Cristo nos ha acercado al Santo de los santos; al Magnífico en Santidad, al Dios Invisible, al Padre Eterno.

 

En la medida en que los redimidos, vayamos ocupando nuestro lugar en el mundo, esto es, el de reyes y sacerdotes; y empecemos a oficiar con nuestros sacrificios de Alabanza y Adoración, con abundancia de Acciones de Gracias, confesando el Nombre del Señor; asimismo el Espíritu, que es nuestro Ayudador, irá acercándonos cada vez más a la semejanza de nuestro Rey y Señor Jesucristo, perfeccionándonos con su poder y con su Palabra, creciendo en su conocimiento, hasta llegar a la estatura del varón perfecto.

 

Decía que ahora, nosotros somos los sacrificios que debemos oficiar a Dios. Cristo es el único sacrificio por el pecado. Nosotros somos sacrificios de Acciones de gracias.

 

En el Santuario terrenal se oficiaban sacrificios individuales, según las posesiones de cada oferente. En ese Santuario, los sacrificios eran diarios y continuos. Asimismo en el Santuario Celestial, los sacrificios deben ser diarios y continuos.

 

En el Santuario terrenal, solo los sacerdotes de la casa de Aarón, podían ofrecer estos sacrificios en nombre de los oferentes. En el Santuario Verdadero, solo los sacerdotes según el Orden de Melquisedec, pueden hacerlo. Y éstos somos nosotros.

 

Todo aquel que ha creído en Cristo y lo ha aceptado como Señor; es hecho rey y sacerdote según el orden de Melquisedec. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, es la Cabeza; nosotros somos su Cuerpo, la familia sacerdotal de la Casa de Dios. Cristo el Principal, como lo fue Aarón; nosotros los elegidos, para oficiar en el Santuario.

 

Cristo está en los Cielos; nosotros aún estamos en la tierra, por eso Él no puede ofrecer los sacrificios de Acción de Gracias, los sacrificios voluntarios; y nosotros somos llamados a ofrecerlos en su Nombre.

 

Comprendamos que por medio de Cristo y solo por medio de El, podemos acercarnos al Padre, y ofrecer estos sacrificios de acción de gracias. Todo lo que es en Cristo es aceptable ante el Padre.

 

Nosotros no nos acercamos por nuestros propios méritos, sino por los méritos de Cristo. Debemos ocuparnos de ofrecerle a Dios, sacrificios vivos de Alabanzas, Acciones de Gracias y Adoración.

 

Este es nuestro culto racional.

 

Nuestro culto a Dios debe ser entendido a plenitud por nuestra mente. Saber el por qué debemos ofrecer Alabanzas, Acciones de Gracias, frutos de labios que confiesen su Nombre y Adoración.

 

Cuando nosotros presentamos nuestros cuerpos a Dios como un sacrificio vivo y santo a El; estamos cumpliendo con el propósito por el cual Él nos llamó de las tinieblas a su Luz Admirable.

 

Romanos 12 dice:




Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

 

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

 

Este pasaje es claro como la luz del mediodía en un día de verano.

 

Nuestro culto racional es presentar sacrificios vivos a Dios, por lo cual debemos transformarnos por la renovación de nuestras mentes y así podamos comprobar esta su voluntad buena, agradable y perfecta.

 

Si no aceptamos que somos reyes y sacerdotes para Dios, para ofrecerle estos sacrificios continuamente; no podremos cumplir su voluntad para nosotros. Su voluntad es que cumplamos con este santo llamamiento.

 

Esta es nuestra única razón de ser como nuevas criaturas en Cristo: ser reyes y sacerdotes que presentan diariamente en este mundo en tinieblas, sacrificios a Dios por medio de Jesucristo.

 

Cristo ya hizo Su voluntad, la Voluntad del Padre, al morir en el madero. ¿Se acuerdan de “Pase de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”?

 

En esta voluntad somos santificados, somos separados para Dios, creados en Cristo para buenas obras.

 

Ahora nos toca a nosotros hacer su voluntad, beber nuestra copa. Que es morir con Cristo en la cruz, haciendo morir al hombre carnal y pecador, que está viciado por el pecado y no puede agradar a Dios, crucificándolo juntamente con El en la cruz.

 

Habiendo muerto al pecado de esta manera, vivamos ahora la nueva vida que Él nos da por medio de su resurrección, y por su Espíritu de Vida que nos ha sido dado, viviendo ahora para Dios, bastando ya el tiempo en que vivimos vendidos al pecado.

 

Si somos guiados por el Espíritu, entonces haremos morir lo terrenal en nosotros y podremos vivir la plenitud de la vida del Espíritu, ocupándonos de este santo llamamiento, hasta que Cristo venga por nosotros. Que cuando El venga, nos encuentre en el Santuario cumpliendo con nuestro oficio.

 

Cuando la iglesia se ocupe de ser el Templo del Dios Vivo, entonces vendrá Cristo para que habiendo sido perfeccionados aquí en la tierra, pasemos a vivir en la Casa de Dios en cuerpo y espíritu como reyes sacerdotes que viven para siempre según está escrito:

 

 “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.


Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.


Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado.


Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo;
y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.


Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.


Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,
manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”

 

Dice “acercándoos a Él”; como que estuviésemos lejos. Porque hoy, muchos están lejos de Cristo y del propósito de su llamamiento. Lo que el apóstol le dijo a los hermanos en el primer siglo; hoy nos lo dice a nosotros: acerquémonos a Cristo”. Acercarnos a El como Sumo Sacerdote, para que como reyes y sacerdotes, cumplamos con nuestro santo oficio, de presentar a Dios sacrificios vivos, esto es nosotros vivificados en El por su Espíritu.

 

Si la Cabeza fue sacrificada, ¿Cuánto más nosotros, su Cuerpo?

 

Tenemos dos oficios como creyentes:

 

Hacia Dios, ofrecerle sacrificios vivos; nosotros mismos en Cristo.

 

Hacia el mundo, el anuncio del Evangelio de Salvación.

 

Para ocuparnos de estos oficios, debemos presentar batalla a las huestes espirituales de maldad que se oponen a esta voluntad expresa de nuestro Dios. Por eso el llamado a fortalecernos en el señor y el poder de su Fuerza, vistiendo toda la Armadura de Dios y poder así resistir en el día malo.

 

Asista a la Conferencia el 3 de Diciembre en el Hotel Panamá y sea edificado en el conocimiento de este propósito y a la vez sea ungido por Dios ese día con el poder de Dios, para cumplir con este santo llamamiento de reyes y sacerdotes, guerreros santos y anunciadores de las buenas nuevas en Cristo.

 
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.


Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.


Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.


Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.


Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.


Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,
por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.”

 

Bendiciones

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